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Vivo a cuerpo de rey. Bebiendo Ginebra de paupérrima calidad, comiendo grasientos Kebabs e intentando ligar con mujerzuelas de dudosa reputación. Estas son mis hiperbólicas experiencias. Gracias a la MTV por tunear mi coche.

12 de marzo de 2012

La Lectora de Manos


Estábamos Enrique Iglesias Jr y yo, bebiéndonos unas cervezas en el peor antro que existe a kilómetros a la redonda, el cual paradójicamente, suele ser nuestro punto de encuentro. Es el tipo de antro donde puedes morir apuñalado en un ojo, es el lugar donde las cucarachas eligen para retirarse a morir en paz. Realmente mi mejor amigo no es Enrique Iglesias Jr, pero para la historia que voy a relatar mejor le guardo en anonimato. A parte; este mote se lo uso una Erasmus en uno de nuestros escarceos sexuales y me hace la suficiente gracia, para que se convierta en su nombre señuelo para aquí en adelante.

Bueno, estábamos Enrique Iglesias Jr y yo, ya por la tercera ronda que suele ser la ronda de no retorno. Cuando una voz de Urraca que venía directamente desde el averno, nos heló el alma. Allí estaba ella, mi némesis. Era un cruce entre el guardián de la cripta de creepy y un jockey desdentado de callejeros. Cuarenta y pico años mal llevados, de encorvada y enjuta mujer, y una raída chaqueta rosa. No era un lince del conocimiento porque era una cougar, una caza yogurines. A pesar de su aspecto de adicta a la metadona, su personalidad también dejaba mucho que desear, ya que se dejaba envolver por un halo de misticismo iletrado, se pasó la noche diciendo frases del tipo "Es que los tauro son muy egoístas" y todo ese tipo de basura que encandila a los borderline.

La verdad es que Metadoni "la pitonisa desdentada", le echó un ojo a Enrique Iglesias Jr desde el minuto 1 de partido, y a partir de ese mismo momento, todo se torno bizarro. Gradualmente, pasó a sentarse en nuestra mesa, empezó a leerle la mano a Enrique (de la mía los astros no le dijeron nada) y empezó hablarle de su vida amorosa, que veía en su mano que había pasado mucho dolor y toda esa mierda llana, que te dicen en voz firme a modo de entelequia para enternecerte. La pitonisa leería más de lo que dijo porque ya empezó a calentar la pócima del amor a fuego lento.

Pero el caso es que continuamos con aquel elemento  del trastero polvoriento de nuestro señor casi toda la noche, incluso cenamos con ella, y a partir de ahí, la cosa fue subiendo gradualmente de nivel. Siendo yo victima presencial. Finalmente Enrique Iglesia Jr se escapó con ella, en el más puro estilo sacrificio satánico. Todavía me persigue lo que me contó que ocurrió esa noche. Algunos noche me levanto sudoroso ahogando un gritó de terror. Supongo que será su hilo de misticismo. No sabemos como pudimos llegar a ese punto de autodestrucción, pero la ella si que lo sabía, se lo había leído en la mano.

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